domingo, 10 de julio de 2016

¿DÓNDE ESTÁN LOS APÁTRIDAS? (Publicado en acento.com.do)


Me canso de buscar los apátridas y no los encuentro. Estoy plenamente convencido de que nuestro país está siendo sometido a un chantaje con el cuco de la apatridia.

La República Dominicana viene siendo blanco de una serie de ataques y acusaciones de parte de algunos países miembros de la Comunidad Internacional, así como de Organizaciones no Gubernamentales (ONGs), de crearle a una gran cantidad de personas una situación de apatridia.

En la Enciclopedia Jurídica, encontramos la definición del vocablo apatridia estableciendo que el mismo es usado en el Derecho Internacional, como la cualidad atribuida a aquellas personas no unidas a ningún Estado por un vínculo de nacionalidad.

A su vez, el concepto de nacionalidad se entiende como aquella condición que poseen los habitantes de un lugar específico por medio de la cual se les reconoce su pertenencia a este espacio geográfico, sea una nación o Estado, por lo que son acreedores de derechos, como también les corresponden deberes y obligaciones.

Este tipo de nacionalidad es conocida como originaria, pues muchos Estados tienen diversos modos de obtenerla y no únicamente por el nacimiento. Dependiendo del sistema jurídico del Estado de que se trate, puede combinar dos aspectos que la determinen, como son: el ius sanguinis o derecho sanguíneo que es el que toma en cuenta el linaje al que pertenece la persona bajo la premisa de que todo individuo hereda la nacionalidad de su madre o de su padre; y el ius soli o derecho de suelo, mediante el cual la persona recibe la asignación de la nacionalidad que le compete al lugar de su nacimiento.

En la República Dominicana el derecho a la nacionalidad se consigna por esta combinación, como por el matrimonio y por la naturalización. La Constitución Dominicana del año 2010 así lo establece en sus Artículos 18 al 20,  consignando que a toda persona nacida en nuestro territorio le corresponde la nacionalidad dominicana. Pero también se establece que a los hijos de dominicanos les corresponde nuestra nacionalidad sin importar el lugar de su nacimiento.

Siendo así, todo nacido en la República Dominicana es dominicano sólo con dos excepciones, a saber:
  • Los hijos de miembros del Cuerpo Diplomático y Consular; y
  • Los hijos de extranjeros que se hallen en tránsito o residan ilegalmente en territorio dominicano.
Las disposiciones constitucionales del vecino país de Haití reconocen como haitiano a todo hijo de padre o madre haitiana donde quiera que se encuentren, agregando que nunca hayan renunciado a la nacionalidad haitiana, y va más lejos al establecer que son haitianos desde el momento de su nacimiento. Es decir, que no hay colisión entre los dos textos constitucionales, pues la nacionalidad que niega el nuestro, aquel la establece como derecho de nacimiento.

Pero debemos tener presente que a las personas exceptuadas se les debe dotar de sus documentos en los países de origen de sus padres, de manera que no hay posibilidad de que queden como apátridas.

Es harto sabido que en el caso haitiano, este país exhibe una gran negligencia en dotar a sus nacionales de los documentos requeridos, lo que muchos atribuyen a una intención velada de no reconocerlos como haitianos y que la República Dominicana tenga que asumirlos como dominicanos, y en la mayor parte de los casos estos ni siquiera hablan nuestro idioma, ni tienen domicilio reconocido en nuestro país. Lo que sí es visible es que los haitianos pasan por la frontera a radicarse en el nuestro, bajo la dirección de las cabezas que dirigen la inmigración ilegal descontrolada y sus cómplices del patio, para dar la idea de que son dominicanos que se les niega el acceso a sus derechos humanos, en el entendido de que estas personas pudieran ser apátridas de hecho.

Mientras tanto el plan es que sigan entrando para inmediatamente estén de este lado, empezar la nacionalización o naturalización, proceso que llevan a cabo las ONGs pro haitianas.

La República dominicana sigue recibiendo un flujo de inmigrantes haitianos ilegales que rebasan la capacidad estatal de suplir las necesidades de salud, educación, y de empleo, afectando grandemente a la población dominicana. Lo peor de todo este panorama es que no se ve una actitud decidida de nuestras autoridades, a actuar de acuerdo a nuestras leyes y el Derecho Internacional para enfrentar este plan maligno contra nuestra nacionalidad y soberanía.

Dejémonos ya de andar por el mundo implorando, y no enarbolando nuestros derechos de país soberano.

martes, 5 de julio de 2016

LA POLÍTICA DEL PICA-POLLO (publicado en acento.com.do)

“La política no es una especulación;
 es la ciencia más pura, y la más digna,
después de la filosofía, de ocupar las
inteligencias nobles”.

Juan Pablo Duarte


La moral ha sido definida como el conjunto de creencias y normas que guían y orientan el comportamiento de las personas, individualmente o en grupo, en una sociedad determinada. Así que al referirnos a la moral, estamos hablando de un valor o parámetro existente mediante el cual se establece lo que está bien o mal.

En cambio, se conoce como política a la actividad humana concerniente a la toma de decisiones que orientan y encaminan a la sociedad. Como ciencia, trata del gobierno y la organización de los Estados y la Sociedad. También se entiende como un arte, como doctrina, u opinión cuya tarea primordial está orientada al bien común.

Esta breve conceptualización viene a cuento como introito a un alerta por los tiempos que vivimos en República dominicana, donde al parecer los preceptos de la moral, por el accionar de gran parte de la sociedad ha roto el nexo que siempre debe existir entre estos dos conceptos.

Los valores morales se ausentan cada día más, tanto en el proceder, como en la concepción de los ciudadanos. Muchos de los problemas que enfrenta el país son consecuencia de la pérdida de tales valores, que se manifiesta en la falta de moralidad de gran parte del liderazgo nacional, donde la corrupción, la injusticia,  y falta de compromiso social corroen la confianza del pueblo en aquellos, y al ver que no existe un sistema de sanción a tal comportamiento, opta por la imitación de aquella actitud aberrante.

Es de gran dimensión la crisis moral en que han caído la mayor parte de las organizaciones políticas de nuestro país, donde un líder promete una cosa hoy y hace otra mañana, donde las candidaturas de los partidos se venden al mejor postor, que ve usted dirigentes y candidatos que se cambian de partido como cambiarse de ropa, sin tener en cuenta ningún tipo de ideal ni diferencias de concepciones políticas, donde la gente vota por tal o cual candidato a cambio de unos cuantos pesos, una botella de ron, o un pica-pollo, a sabiendas que aquel sólo busca llegar al poder a servirse con la cuchara grande y darle riendas sueltas a su accionar corrupto.

Sin embargo, el discurso de los políticos está lleno de referencias a la moral, y nunca se referirán a esta en forma despectiva, aunque en la práctica tiren sus preceptos al zafacón; me recuerdan tanto al lobo disfrazado de la abuela, ante un pueblo con su caperuza que lo hace tonto, ignorante y débil; o a aquel político que diserta ante una multitud, acerca de la moral, mientras viste de calzoncillos. No obstante, están consciente del intercambio de valores y se atreven a enarbolar su falta de moralidad y ética pues gran parte del pueblo se lo celebra.

Como ejemplo, vemos el hecho reciente en que un diputado recién electo anunció en su cuenta de Instagram que celebraba su triunfo en las elecciones pasadas “armao, bebío y con cuartos”, acompañando su mensaje de una foto en que aparecen varias armas de fuego y bebidas alcohólicas. También ha ocupado muchas columnas de los principales diarios y medios de comunicación, la noticia de la recién elección de 6 nuevos congresistas, que presuntamente mantienen conexión con el narcotráfico y el lavado de activos. Lo peor de todo es que no ve usted a la clase política escandalizarse y pronunciarse al respecto rechazando, de resultar cierta, tal condición.

Lamentablemente, la falta de moralidad en la política ha sido impulsada por el populismo, el pragmatismo político y los nuevos paradigmas nocivos.

Tenemos el convencimiento de que se hace urgente que en la República Dominicana se tomen medidas que vayan dirigidas a concienciar a la población estudiantil, a la clase política, y a la ciudadanía en general sobre la importancia de cultivar los valores morales de manera que se apliquen en las concepciones políticas y programas de gobierno, lo que redundaría en el fin último de la ciencia política que es el bien común, pues sin preceptos morales la autoridad se convierte en tiranía.