“La política no es una especulación;
es la ciencia más pura, y la más
digna,
después de la filosofía, de ocupar las
inteligencias nobles”.
Juan Pablo Duarte
La
moral ha sido definida como el conjunto de creencias y normas que guían y
orientan el comportamiento de las personas, individualmente o en grupo, en una
sociedad determinada. Así que al referirnos a la moral, estamos hablando de un
valor o parámetro existente mediante el cual se establece lo que está bien o
mal.
En cambio,
se conoce como política a la
actividad humana concerniente a la toma de decisiones que orientan y encaminan
a la sociedad. Como ciencia, trata del gobierno y la organización de los
Estados y la Sociedad. También se entiende como un arte, como doctrina, u
opinión cuya tarea primordial está orientada al bien común.
Esta
breve conceptualización viene a cuento como introito a un alerta por los
tiempos que vivimos en República dominicana, donde al parecer los preceptos de
la moral, por el accionar de gran parte de la sociedad ha roto el nexo que
siempre debe existir entre estos dos conceptos.
Los
valores morales se ausentan cada día más, tanto en el proceder, como en la
concepción de los ciudadanos. Muchos de los problemas que enfrenta el país son
consecuencia de la pérdida de tales valores, que se manifiesta en la falta de
moralidad de gran parte del liderazgo nacional, donde la corrupción, la
injusticia, y falta de compromiso social
corroen la confianza del pueblo en aquellos, y al ver que no existe un sistema
de sanción a tal comportamiento, opta por la imitación de aquella actitud
aberrante.
Es
de gran dimensión la crisis moral en que han caído la mayor parte de las
organizaciones políticas de nuestro país, donde un líder promete una cosa hoy y
hace otra mañana, donde las candidaturas de los partidos se venden al mejor
postor, que ve usted dirigentes y candidatos que se cambian de partido como
cambiarse de ropa, sin tener en cuenta ningún tipo de ideal ni diferencias de
concepciones políticas, donde la gente vota por tal o cual candidato a cambio
de unos cuantos pesos, una botella de ron, o un pica-pollo, a sabiendas que aquel sólo busca llegar al poder a
servirse con la cuchara grande y darle riendas sueltas a su accionar corrupto.
Sin
embargo, el discurso de los políticos está lleno de referencias a la moral, y
nunca se referirán a esta en forma despectiva, aunque en la práctica tiren sus
preceptos al zafacón; me recuerdan tanto al lobo disfrazado de la abuela, ante
un pueblo con su caperuza que lo hace tonto, ignorante y débil; o a aquel
político que diserta ante una multitud, acerca de la moral, mientras viste de
calzoncillos. No obstante, están consciente del intercambio de valores y se
atreven a enarbolar su falta de moralidad y ética pues gran parte del pueblo se
lo celebra.
Como
ejemplo, vemos el hecho reciente en que un diputado recién electo anunció en su
cuenta de Instagram que celebraba su triunfo en las elecciones pasadas “armao, bebío y con cuartos”, acompañando
su mensaje de una foto en que aparecen varias armas de fuego y bebidas
alcohólicas. También ha ocupado muchas columnas de los principales diarios y
medios de comunicación, la noticia de la recién elección de 6 nuevos
congresistas, que presuntamente mantienen conexión con el narcotráfico y el
lavado de activos. Lo peor de todo es que no ve usted a la clase política
escandalizarse y pronunciarse al respecto rechazando, de resultar cierta, tal
condición.
Lamentablemente,
la falta de moralidad en la política ha sido impulsada por el populismo, el
pragmatismo político y los nuevos paradigmas nocivos.
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