miércoles, 26 de octubre de 2016

¡¡Alerta por la Identidad Dominicana!!




Si la cultura es una casa, la lengua es la llave de la puerta
 principal, lo que te permite acceder a todas las habitaciones.
Sin ella, (...), acabas desorientado, te conviertes en alguien
sin un hogar, sin una identidad legítima.

Khaled Hosseini


Las naciones, los pueblos, y todo conglomerado humano; poseen una serie de particularidades específicas que los diferencian e identifican ante otros asentamientos de personas. Dentro de estas especificidades podemos destacar la historia, la geografía, la lengua, la gastronomía, religión, las tradiciones, y costumbres, entre otras más. Todo esto forma la conciencia colectiva de sus individuos, y es a lo que llamamos identidad. Esto hace a los miembros de la nación sentirse parte de ella a través de los lazos de pertenencia, identificándose con su cultura y su historia.

Aún dentro del indetenible proceso de globalización que viene experimentando el mundo, en el cual asistimos a un audaz proceso de interconexión y comunicación, se puede hablar de la existencia de las identidades nacionales.  La identidad de las naciones tiende a dinamizar las fuerzas que interaccionan como resultado de las migraciones, pero aquella no necesariamente tiene que perderse a pesar de esto. Lo que si experimenta, son cambios, sin embargo, cambios que tienden a opacar, y hasta a borrar la cultura de la sociedad receptora, si los gobiernos de los estados no toman las providencias de lugar.

La cultura de los dominicanos, en su origen, resultado de la mezcla de usos, costumbres y creencias aborígenes, españolas, y africanas; ha ido evolucionando, y con el paso del tiempo hemos venido recibiendo aportes de diferentes orígenes étnicos, entre los que destacan los estadounidenses con su gran influencia, resultado de la odiosa ocupación militar de que fuéramos objeto por parte de ese país por 8 años, y que terminara en 1924; y más adelante como producto de la emigración de dominicanos a Norteamérica, que mantienen fuertes vínculos con el país.

Pero en la actualidad, la República Dominicana viene pasando por un proceso de transculturación e importación de modas y costumbres foráneas que van difuminando nuestra cultura, entremezclándola, no solo con costumbres haitianas como resultado del proceso inmigratorio, sino también del mismo Estados Unidos , España, Italia, Puerto Rico, y de otros más que son destino de los dominicanos de la diáspora. Pero dentro de este fenómeno de transculturación, la muestra más importante, y que debe llamar especialmente nuestra atención, es fruto del proceso inmigratorio haitiano, por el gran volumen del arribo de nacionales del vecino país, con controles muy precarios, cuando no, ninguno. Ante tales inclusiones de elementos extraños en nuestra cultura, se deben llevar acciones protectoras de nuestra identidad cultural.

El proceso paulatino de sincretismo cultural, artístico, y hasta religioso que vive la República Dominicana, facilitado por la rampante invasión de nacionales que son indocumentados, tanto en su propio país, como en República Dominicana, no lleva a otra cosa que no sea a una fusión, que ha comenzado por lo cultural, y no muy tardío, ante la magnitud de la población inmigrante, llegaría a la fusión jurídica.

Ya no son raras las manifestaciones culturales y religiosas de los haitianos en los bateyes, plantaciones agrícolas, y construcciones, que es donde mayormente hacen vida. Al visitar los polos turísticos del país, puede usted observar que se exhiben pinturas y manufacturas típicas haitianas, cual si fueran obra de dominicanos, también hemos visto que se ofrecen misas en creole en algunas iglesias católicas. Todo esto nos hace pensar que vivimos un proceso planificado de transculturación y sincretismo, con un objetivo que cada día aflora más claro y perceptible.


Aboquémonos a fortalecer la identidad del Pueblo Dominicano, lo que implica poner en resguardo nuestra historia, nuestras costumbres, y todo aquello que entendemos como propio, y que nos identifica ante los demás países de todo el concierto internacional. Planteamos la tesis de que en la República Dominicana el Gobierno debe llevar a cabo acciones que conduzcan al fortalecimiento de la Identidad Nacional, por entender que esto se hace urgente ante el avance indetenible de una invasión de nacionales del país del Oeste, planificada y ayudada por gran parte de la Comunidad Internacional y ONGs muy  bien pagadas.  ¡¡Alerta!!

¿De qué lado ha estado siempre el racismo?





La verdad es lo que es, y sigue
siendo verdad aunque se piense al revés
Antonio Machado

Los dominicanos, desde el más humilde hasta el más encumbrado, siempre hemos estado contestes en que como pueblo, somos un crisol de castas. De tal composición siempre hemos sido orgullosos. ¿Ha visto alguien, que alguna vez sintiéramos vergüenza los dominicanos, de patricios y héroes de nuestras epopeyas como Gregorio Luperón, de Francisco del Rosario Sánchez, de Antonio Duvergé; o de artistas y deportistas como Pedro Mir, Johnny Ventura, de Ricardo Carty, o de David Ortiz, entre muchísimos otros? todos, personas de color de los que nos sentimos orgullosos por sus aportes al engrandecimiento de nuestro lar nativo.

El patricio Juan Pablo Duarte en su proyecto de Constitución, se mostraba contrario a la desigualdad que se basaba en el honor y el privilegio. De igual modo, veía en el individuo y en su esfuerzo el soporte para el progreso y el desarrollo de la sociedad. Entendía que una verdadera aristocracia se basaba en el talento y la virtud. Asevera su hermana Rosa, que Duarte y los Trinitarios manifestaron: “…que la Ley no reconocía más vileza que la del vicio, ni más nobleza que la de la virtud, ni más aristocracia que la del talento, quedando para siempre abolida la aristocracia de la sangre”.

Duarte y los Trinitarios se oponían vehementemente a las ideas racistas. Sobre este particular el doctor Alcides García Lluberes en su artículo titulado “Duarte y la Unidad de Raza”, destaca que la unidad de raza es uno de los elementos más poderosos en la formación existencial de las naciones, añadiendo más adelante que “Duarte puso en los cimientos de su perdurable obra ese gran principio”.

Hay que subrayar, como lo hace el historiador, sociólogo y político dominicano ya fallecido, Franklin Franco Pichardo,  que los enemigos de Duarte, tanto los de ayer (los afrancesados), como los de hoy, tenían un rasgo común: Todos eran racistas. Agrega Franco que contra los racistas de ayer y los de hoy escribió Duarte unos versos que en aquella época se convirtieron en una canción patriótica de extraordinario valor que circuló en el pueblo de boca en boca, como mensaje que explicaba en pocas líneas que la unidad racial era el elemento fundamental en el proyecto independentista dominicano. Veamos los versos a que hace alusión el historiador:

Los blancos, morenos,
cobrizos, cruzados,
marchando serenos,
unidos y osados,
la Patria salvemos
de viles tiranos
y al mundo mostremos
que somos hermanos.


La población dominicana en más de un 80% está compuesta por negros y mulatos, y todo el extranjero que nos visita de inmediato repara en nuestra sociedad multirracial y multicultural. Usted se sienta en un parque de cualquier localidad o provincia de nuestro país, y verá compartiendo a negros, mulatos, blancos, y personas de todos las tonalidades de piel.

Pero a los dominicanos nos vienen haciendo creer que somos racistas y que históricamente hemos discriminado y maltratado a los haitianos, por lo que una gran parte de nuestros connacionales llegan a ver a estos como víctimas, aflorando entonces el complejo de culpa; pero no nos percatamos del carácter histórico de la cuestión del racismo en la isla.

Al surgimiento de Haití como Estado, los constituyentes plasmaron en su Constitución la negritud del Pueblo Haitiano, y el rechazo acérrimo de los blancos. Entonces, la nación haitiana estaba compuesta por unos 500 mil habitantes, incluyendo unos 25 mil blancos, y 20 mil mulatos. A decir de algunos historiadores, los blancos fueron matados, todos en una sola noche, así como a la mitad de los mulatos. Todo para que la Nación surgiera “pura”.

Específicamente el Artículo 12 de la Constitución Imperial de Haití de 1805, Año II, establecía que: “Ningún blanco, cualquiera que sea su nación, pondrá un pie en este territorio con el título de amo o de propietario, y de ahora en adelante aquí no podrá adquirir ninguna propiedad”. Como se ve, la intención era que el color fuera sólo uno, el negro. También se advierte el odio hacia cualquier otro color de piel que no fuera aquel. Sin embargo en cuanto a religión e idioma, no era igual, pues en estos elementos se advierte una gran diversidad de los mismos, tanta, que nunca han llegado a entenderse  y a tener una verdadera unidad socio-cultural.

De igual manera, veamos lo que establecía el Artículo 14 de la primera Constitución haitiana: “Necesariamente debe cesar toda acepción de color entre los hijos de una sola y misma familia donde el Jefe del Estado es el padre; a partir de ahora los haitianos solo serán conocidos bajo la denominación genérica de negros”. Es decir, que para los gestores del Estado Haitiano, que eran una representación perfecta de las creencias y sentimientos de la mayoría de los antiguos esclavos, que ahora liberados, conformaban el primer Estado de negros independientes en toda América.

En la actualidad, es muy difícil ver a algún blanco o mulato en los organismos de poder haitianos.

Ante lo ya expuesto, nos surge la interrogante: ¿De que lado ha estado siempre el racismo?


Le corresponde al Gobierno Dominicano, llevar al ámbito internacional la respuesta, así como las razones históricas, aunque sean conocidas por todo el concierto de naciones, y traten de ignorarlo.

Las “entregas” que no puede hacer la República Dominicana



Al leer algunos titulares sobre la inmigración ilegal de haitianos en nuestro país, artículos que cada vez son más frecuentes, no puede uno dejar de experimentar una mezcla de sensaciones en la que salen a flote la indignación, irritación, y tristeza.

No somos ajenos a la situación de infortunio que vive el vecino país desde hace mucho tiempo, y que se agravara con el terremoto ocurrido el 12 de enero del 2010, además de otras situaciones por las que viene atravesando la depauperada nación, incluso lo ocurrido hace sólo unos días con el paso por ese territorio del Huracán Matthew, dejando un número aún no definitivo de víctimas.

Y de nuevo, de manera reiterativa, casi cayendo en la obstinación, repito que la República Dominicana no es el país llamado a hacerse cargo de la terrible situación haitiana. Esto no quiere decir que no vayamos en ayuda de esa nación, hasta el alcance de este (también pobre) país, contrariamente creo que debemos seguir siendo los primeros en ayudarlos, como ha sido hasta ahora. Me pregunto ¿porqué la Comunidad Internacional, con sus principales potencias a la cabeza, sabedora de la situación de ambos países que ocupan la isla, no acude de manera real en ayuda de Haití? ¿por qué se empecinan en darles a los haitianos más carenciados este territorio como destino, si no están dispuestos a abrirles de igual modo sus fronteras?

Hace sólo unos cuantos días vimos en la prensa que el Presidente de Panamá “pide apoyar democracia en Haití para frenar migración hacia EE.UU. ¡Por Dios! no logro explicarme esa actitud. ¿Desconoce el Presidente panameño Juan Carlos Varela, que la República Dominicana, una media isla de 48,000 kilómetros cuadrados ha sido invadida en los últimos 8 o 9 años por más de un millón y medio de haitianos? Estoy seguro que no. Sin embargo, el problema que tiene nuestro país con la inmigración haitiana ni siquiera es considerado por los países grandes de la Comunidad Internacional, ni por los gobernados por regímenes que se apegan a los intereses de aquellos. El Presidente Varela agrega que entre octubre del 2014 y septiembre del 2015, entraron a Estados Unidos por la frontera de San Diego California 339 inmigrantes haitianos, y en lo que va de este año unos 5000.  Pero parece ignorar que esa cifra fácilmente cruza diariamente la frontera dominico-haitiana.

Otro titular que viene a cuento es el que reza: “Haitianos son deportados desde EE.UU. Autoridades consideran Haití ha mejorado. Reconocen como derecho de ese gran país, de repatriar a inmigrantes ilegales y a establecer las normas migratorias que entiendan más pertinentes.  Agrega el artículo de marras que Estados Unidos anuncia la reanudación de las llamadas por ellos “entregas”  de los inmigrantes indocumentados haitianos poniendo fin a la interrupción de las deportaciones que regía desde el terremoto de 2010. Desde abril de 2011 las autoridades migratorias estadounidenses comenzaron a “entregar” a los inmigrantes haitianos condenados por delitos graves, pues plantean una amenaza para la seguridad estadounidense.

Pero no sólo Estados Unidos está “entregando” a los haitianos, lo están haciendo Las Bahamas, Brasil, Ecuador, y Francia entre otros. Hace pocos días leímos un titular que refería: “Guyana Francesa expulsa masivamente a los haitianos” y agrega que allí se iniciaba la deportación de haitianos indocumentados, luego de que Surinam impusiera la obligatoriedad de visado para ciudadanos provenientes de Haití. Agrega la publicación, que una docena de inmigrantes haitianos en situación irregular y residentes en Guayana, departamento francés de ultramar, fueron expulsados y llevados de vuelta a Puerto Príncipe. Pero nadie le exige a estos países que renuncien a su soberano derecho de establecer su política migratoria.


Ante esta panorámica, nos hacemos la pregunta ¿por qué si las cosas han cambiado en Haití, y todas los Estados los están “entregando” a su país, la República Dominicana no puede ejercer tal derecho? ¿por qué las autoridades dominicanas no empiezan con las “entregas”? Son preguntas que se hacen los dominicanos y que esperan respuestas de autoridades de aquellos Estados pero también del nuestro.

No obstante…, fue exitosa la FILSD 2016



Conocida es por nuestros lectores, nuestra actitud crítica, a veces incisiva, ante las iniciativas y proyectos estatales, sobre los cuales entendemos que no han tenido acierto. Ese es el caso de la decisión de premiar a quien se ubicó en el bando contrario a la Patria de Duarte y a sus intereses, el escritor peruano nacionalizado español Mario Vargas Llosa, en su artículo titulado “Los Parias del Caribe”, quien, al enterarse del premio, lo catalogó de increíble, ilógico, inconcebible (pensó que el jurado que lo otorgó estaba loco). Entiendo como una afrenta al Pueblo Dominicano la concesión del galardón.

No obstante, soy de parecer, que debemos reconocer cuando las acciones gubernamentales van encaminadas hacia el bien de la colectividad. Es por esto que saludamos la celebración en nuestra ciudad capital de la XIX Feria Internacional del Libro, Santo Domingo 2016, celebrada del 19 de septiembre al 2 de octubre, en su ya acostumbrada localidad de La Plaza de la Cultura Juan Pablo Duarte. Creo que es un acto de civismo y actitud patriótica participar y apoyar esta actividad cultural (como lo hemos hecho), sin dejar de expresar nuestra oposición a la desagradable premiación.

Con la difusión de la lectura y la capacidad de leer y escribir, las poblaciones del mundo han tenido acceso a la comprensión del desarrollo de las civilizaciones. La lecto-escritura viene a ser herramienta idónea que ayuda al desarrollo de los pueblos, sin la cual, se haría difícil proporcionarnos una vida de bienestar.

No tener acceso a esta herramienta, se convierte en una gran injusticia que aparta a los individuos, de las oportunidades existentes para el progreso. De ahí que, llevando estas condiciones al plano colectivo, nos traería como resultado, sociedades desvalidas ante las acciones engañosas, favoritismos, y abusos; condiciones que se oponen al logro de Estados democráticos y de derechos, y que acrecientan la marginación y exclusión social. De igual manera, por medio de la lecto-escritura, podemos entender ese proceso de evolución social de nuestros pueblos, que va dando forma a nuestra identidad y que nos permite una plena comunicación con el ambiente que nos rodea y nos hace reconocernos y acercarnos entre individuos que tenemos un mismo origen, es lo que conocemos como cultura.

Luego del amargor que nos dejara el desacertado e inoportuno premio, otorgado en la pasada gestión del Ministerio de Cultura, nos encontramos con esta versión de la FIL, que ha sido como han dicho sus organizadores “Una verdadera fiesta de la lectura, y tiempo de los libros”, hemos vivido el nuevo concepto organizacional del evento. Gracias a Dios, ya no tenemos allí aquellas tarimas con música estridente que desentonaba con el proceso de difusión de nuestra cultura y el fomento de la lecto-escritura. Tampoco nos encontramos en esta ocasión con la infinidad de tarantines vendiendo todo tipo de frituras y bebidas que veíamos en veces anteriores, sino que los protagonistas han sido los libros, los talleres literarios, y actividades culturales relacionadas a estos.

La dedicatoria de la FIL de este año ha sido a la insigne poeta y educadora Salomé Ureña de Henríquez, figura central de la poesía lírica del siglo XIX en el país, en la que el patriotismo era su sello principal. A ella y a sus desvelos por el futuro de la patria se le dedicó un Pabellón donde por 14 días se presentaron los más laureados poetas y escritores nacionales enalteciendo los valores patrióticos, culturales y sociales que fueron siempre su mayor preocupación. Aplaudimos tal iniciativa.

Todos los días, desde el pasado 20 de septiembre, se daba apertura a la feria con un acto de inauguración de una de las calles que comunican toda el área ferial, dedicándola a un escritor o escritora, poeta, lingüista, educador o dramaturgo destacado; hubo allí pabellones muy interesantes en los que se puso de relieve la literatura vernácula, como el Pabellón de Autores Dominicanos; El Bulevar de la Décima Dominicana; Pabellón Libro-Cocina “Sabores Dominicanos”; entre otros de no menor importancia. Un pabellón de significación muy especial fue el llamado “Feria Infantil”, dedicado a los niños.

Se destacó de manera particular todo lo nacional, pues, la República Dominicana fue el país invitado de honor, además, el tema del programa ferial fue “La Diáspora Dominicana”, aunque también participaron unos 16 países invitados. De igual manera en todos los pabellones y espacios culturales, durante toda la duración de la feria se dictaron charlas, talleres literarios, y conversatorios que fueron todos de gran atracción para lectores y compradores, aunque los libreros y algunas editoriales han expresado que sus ventas no han sido las mejores.


Finalmente, fuera de lo puramente comercial (que a decir de las editoriales y las librerías, es su principal objetivo), la FIL. se constituyó en un espacio para la promoción efectiva de la lectura, la cultura, y la educación; con buena dirección y supervisión de las autoridades del sector cultural responsables de su realización.