martes, 28 de junio de 2016

INTERDEPENDENCIA ENTRE LA SEGURIDAD Y EL DESARROLLO (publicado en acento.com.do)



En los tiempos actuales hablar de Seguridad Ciudadana es el “padre nuestro” del día a día, en todos los sectores se vive con el grito al cielo por el auge de la delincuencia. Sin embargo,  en el gobierno entienden que la gente ve el problema con unos nuevos lentes de aumento que estos han dado en llamar “percepción”.

Por qué hablar tanto sobre la Seguridad? Pues porque la misma es vital para las personas, en el sentido de que indica presencia de confianza para la vida y la convivencia, así como de certidumbre para un futuro estable y feliz. Porque sugiere ausencia tanto de riesgos como de amenazas, lo que la convierte en una necesidad humana de importancia fundamental, por lo tanto es un derecho de la ciudadanía, y sobre el Estado recae la obligación de proporcionarla. De ahí que se le exija a las autoridades más empeño en la función garantizadora de aquella.

Como necesidad humana, el psicólogo humanista Abraham Maslow (1908 – 1970) la clasificaba en segundo lugar en su famosa pirámide de las necesidades humanas, sólo antecediéndole las necesidades fisiológicas. Con su satisfacción se persigue la creación y mantenimiento de un estado de orden, de estabilidad, y de protección, entre otras. Cuando falta, aparece el temor de las personas a perder el control de su vida y le asalta el miedo a lo desconocido y a la anarquía.

Lo cierto es, que el tema de la Seguridad Ciudadana y la falta de un abordaje por lo menos aceptable por parte de las autoridades gubernamentales, ha adquirido en la República Dominicana ribetes de calamidad. Existe en el país una profusa normativa legal referente a la seguridad ciudadana que al parecer es letra muerta, por la falta de seguimiento y cumplimiento a sus disposiciones.

Además de las disposiciones constitucionales relativas a la seguridad, como ejemplo de lo anterior recordamos que el Decreto N0. 263-05 creaba el Plan de Seguridad Democrática que llevaban a cabo el Ministerio de Interior y Policía, La Procuraduría General de la República, y la Policía Nacional, mediante el cual se ponía en ejecución la cacareada y esperada  reforma policial, teniendo en cuenta que la institución del orden juega un papel de principalía en el problema. Existe oscuridad sobre la suerte corrida por esta iniciativa.  Lo mismo debemos decir sobre el Decreto N0. 315-06 que creaba el Consejo Nacional de Seguridad para asesorar al Presidente de la República en asuntos relativos a la Seguridad Nacional entre las que se encontraban diseñar acciones contra el crimen organizado, el narcotráfico, el tráfico humano y de armas; además de servir de soporte en la aplicación  del Plan de Seguridad Democrática.


En la República Dominicana no podremos contar con niveles aceptables de seguridad ciudadana:
  • mientras el abordaje del flagelo no sea de la mayor preponderancia como establece la Constitución de la República del 2010 en su Artículo N0. 260 que nombra entre los objetivos de alta prioridad nacional “Combatir actividades criminales transnacionales que pongan en peligro los intereses de la República y de sus habitantes”  (porque la criminalidad está conectada de una forma u otra con el crimen internacional);
  • mientras en los planes del gobierno (si es que existen) no se consideren como amenazas para la seguridad ciudadana la pobreza, la exclusión y desigualdad social, así como el desequilibrio económico;
  • mientras para revertir los miedos, la sensación de desamparo, y aislamiento de las personas, reducción de confianza ciudadana en las relaciones sociales, desconfianza en las instituciones, principalmente en la Policía Nacional, no se tome como premisa que dichos planes deben confluir con los planes de desarrollo y que sólo así estos serán efectivos en la prevención de la violencia y en la reducción de los índices de criminalidad.


En otras palabras, aspiramos a una seguridad integral, proporcionada por el Estado, bajo la regulación de la ley, entendida como derecho de las personas y de la sociedad en su conjunto. Porque sin un entorno de paz y seguridad no puede haber desarrollo, y sin desarrollo no puede haber un ambiente de seguridad y paz. Por lo tanto, las autoridades políticas del país deben asumir la interdependencia y correlación existente entre la Seguridad y el Desarrollo.

LA EXIGUA COMPENSACIÓN POR LA OPERACIÓN POWER PACK (publicado en acento.com.do)



Invasión, es el término que usaremos para identificar la Operación Power Pack, que fue el nombre dado por los planificadores estratégicos  a la maniobra militar puesta en ejecución para invadir la República Dominicana el 28 de abril de 1965.

El 29 de abril, pero de 1963, se había promulgado en Santo Domingo la Constitución que según gran parte del pueblo, incluidos juristas, versados, y legos; ha sido una de las más progresistas que ha tenido la República.

Esta moderna Constitución fue impulsada por el Profesor Juan Bosch que había regresado de su exilio y ganado las primeras elecciones democráticas luego de ajusticiado el Dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina. Bosch, era visto con ojeriza por los norteamericanos y las fuerzas remanentes del régimen recién decapitado, debido a su orientación izquierdista. Se sumaban a estas fuerzas adversas, una gran parte de los militares de la época, de la oligarquía, y de la cabeza eclesiástica. Es así como, parte de los disgustados con las nuevas ejecutorias de este gobierno, en conjunto, traman y ponen en ejecución un golpe de estado, que termina con la imposición de un gobierno provisional compuesto por un triunvirato civil.

A partir de entonces en todo el territorio nacional comienza a vivirse un clima de gran inestabilidad política por las disputas entre los rebeldes pro Bosch contra los pro golpistas y el sector militar de San Isidro. Estos hechos originan la guerra civil que se conoce como La Revolución de Abril de 1965.

Los hechos son historia, ahora nos concierne recordar los acontecimientos que marcan la invasión norteamericana y el papel jugado por la Organización de Estados Americanos (OEA), viniendo a cuento en ocasión de “la compensación” que a pedido del Presidente de la República, Licenciado Danilo Medina,  fuera aprobada  a unanimidad, en el escenario del Cuadragésimo Sexto Período de Sesiones del organismo, celebrado en la capital dominicana. Al Presidente Medina le queda el lauro (independientemente del móvil)  de haber sacado la cara por nuestro país, al solicitar y obtener el reconocimiento del organismo internacional de que República Dominicana, con su anuencia y patrocinio, fue victima de una agresión flagrante y abusadora a su soberanía.

La Junta Militar del sector de San Isidro, el día 28 de Abril solicita la intervención militar de los Estados Unidos, alertando sobre un posible triunfo de “los comunistas” . Esto no puede haber sido más que una treta planificada que sería excusa para llevar a cabo la invasión, pues de manera increíblemente rápida, ese mismo día se encontraba ya desembarcando en Santo Domingo el primer grupo de 42 mil marines estadounidenses encabezando las tropas de invasión, una fuerza que no se toma horas para conformarla. Se llegó más lejos, y, al Coronel Benoit, que encabezaba la mencionada Junta Militar, se le hizo rectificar la solicitud anterior, esta vez informando el peligro que corrían los ciudadanos estadounidenses en el país, lo que sería tomado como justificación para la acción bélica. Qué nos deja entrever esto? Pues que la invasión es ideada y liderada por los Estados Unidos de Norteamérica y nadie más.

¿Cuando y cómo entra al escenario la OEA? La respuesta, para entonces, estaba al discernimiento y vista de la mayoría de los países latinoamericanos y del mundo, pues la gran Comunidad Internacional reprobaba tales acciones. Por esto, a solicitud de los Estados Unidos se conforma en la OEA (ya con las fuerzas invasoras en Santo Domingo) una llamada “Fuerza Interamericana de Paz”, que sólo agregaba a las tropas estadounidenses unos pocos soldados  de cada uno de los países que aprobaron tal solicitud. Como se puede advertir, se buscaba  dar “legalidad” a la acción en contra de la soberanía dominicana.

Aún quedan rastros de retama en el paladar del pueblo dominicano, aún queda dolor por los miles de dominicanos muertos, por el desconocimiento de la Carta de la propia organización que legitima la invasión, por su historial de poca credibilidad en su accionar; y convencidos de que es exigua la compensación que hace la OEA. Pero nos queda la esperanza de que hechos como estos no se repitan, pues la soberanía es suprema, inalienable, y un derecho fundamental de los Estados de la Comunidad Internacional.

Ante Paradigmas Nocivos: El Ideario de Duarte (publicado en acento.com.do



Un paradigma es aquello que tomamos de patrón o modelo a seguir como ejemplo. Estos son resultado de las experiencias que vive determinado conglomerado o nación. En un contexto fuera de lo científico podemos decir que son estereotipos internos o imitados de otras sociedades.

La República Dominicana vive un proceso que bien podríamos llamar “de retroceso” en cuanto a valores cívicos, morales y sociales, producto de los nuevos paradigmas que le han llegado a la sociedad en los últimos 20 o 25 años. En el lenguaje llano del pueblo se oye  el quejido colectivo de cómo ha cambiado nuestro país en términos cualitativos. Las manifestaciones o indicativos de tales cambios las vemos, por ejemplo, en:

  • La falta de empleo y bajos salarios
  • la decepción y deserción por parte de la juventud, de las labores educativas,
  • la marginalidad y exclusión social,
  • el auge vertiginoso de la criminalidad,
  • la falta de compromiso cívico,
  • la pérdida de liderazgos en todos los órdenes,
  • la falta de solidaridad con los más necesitados.

Tales manifestaciones se van sucediendo, unas como consecuencias de las anteriores, relacionándose entre ellas indefectiblemente. No se necesitan análisis profundos para ver la realidad que  vive nuestro país, caracterizada  e impulsada por tales expresiones, algunas de ellas acicateadas o incentivadas mediante el vehículo de la revolución tecnológica y la dimensión cultural del fenómeno globalizante. A esto se le llama “transculturación”, y el vehículo de más fácil llegada a nuestras fronteras es nuestra propia diáspora.

La falta de un empleo que permita a los jóvenes obtener sustento crea en estos el desencanto, por ser el empleo un factor aglutinante de sus convicciones, al igual que de sus opciones y actitudes.

Es una finalidad esencial del Estado, el de fomentar el empleo digno y remunerado, proteger el derecho al trabajo y dar asistencia a este. Tal obligación del Estado es establecida por la Constitución de la República del año 2010, específicamente en su Artículo 62 y sus acápites. Sin embargo, tradicionalmente los gobiernos no hacen los esfuerzos suficientes en este sentido y tal obligación la ejercen sólo por clientelismo político.

Resultante de lo anterior es la falta de poder adquisitivo de las familias, que se traduce en pobreza y falta de nutrición para niños en edad escolar, lo que provoca la deserción. Parecido es el panorama en el nivel secundario y universitario. Esto se traduce en altos grados de marginalidad y exclusión social, que se contacta en la falta de ciertos estratos de la población al goce de los beneficios que trae consigo el desarrollo en términos de bienes y servicios básicos.

De ahí, el auge de la violencia y la criminalidad que actualmente hace nuestro entorno casi “tierra de nadie” para recordar aquellas películas del lejano Oeste. La verdadera “Percepción” de la gente es que las autoridades no han dado la importancia que requiere el fenómeno, no ve usted que puedan echar mano de un plan preestablecido como política de estado, y no como hechos para que los resuelvan policías y militares, con acciones harto manidas y momentáneas.

De todo este horizonte, se deriva la falta de pautas mínimas de comportamiento social que permita una buena convivencia en colectividad, en otras palabras hemos visto descender el civismo en nuestra querida República Dominicana, y los liderazgos que constituyan referentes beneficiosos se escasean.

Finalmente, pienso que como faro hacia donde guiar nuestros pasos tenemos el mejor referente: “El Ideario de Duarte”, quien a decir de un Presidente del Instituto Duartiano, con su vida ejemplar nos mostró el camino a seguir siendo justos, honestos, laboriosos y unidos para la consecución de un país feliz. Agregamos nosotros que sus ideas aún después de su bicentenario exhiben un alto grado de vigencia por la ética que desbordan, por su alto sentido de lo que es un Estado democrático de derecho y por su apego irrestricto a los mejores valores sociales, cívicos y morales. La clase política de la República Dominicana debe mirarse en el espejo del desprendimiento de Duarte.


Se hace necesario como política educacional del Estado, el rescate del pensamiento Duartiano para llevarlo a la conciencia de nuestra juventud.